Modelos de virtud
Aprovechando la reciente inauguración de la muestra Role Models, del artista mexicano J.J. Martin, en Building Bridges Art Exchange de Los Ángeles, con la curaduría de Marisa Caichiolo, artista y directora de esta institución, publicamos hoy los textos del espléndido catálogo que le acompaña. Tres miradas críticas que abordan el universo pictórico de Martin y que, con diferencia de intensidad y de estilo, revelan las claves de esta nueva obra del artista. Afirma Marisa que “lo que Martin busca es que la audiencia embarque en un viaje de autoexploración y se de cuenta de que el poder para construir un mundo mejor con nuestras acciones reside en nosotros mismos”, a lo que Daniel G. Alfonso añade “podemos afirmar entonces que cada uno de los retratos de Orozco es fiel reflejo de una época determinada, en este caso en particular, de la que vivimos en pleno siglo XXI”.
J.J. Martin. Jody Williams, de la serie Role Models.
ROLE MODELS Marisa Caichiolo
J.J. Martin es un artista mexicano cuya vida y ferviente deseo de ayudar a otros siempre se ha situado en el núcleo de su trabajo. Dicha voluntad lo llevó, junto a su pareja, a adoptar cuatro niños años atrás, una decisión que sin duda tuvo un impacto en la vida de sus hijos, pero no solo esto: adoptarlos significó un punto de inflexión en la vida de los nuevos padres, ya que los convirtió en modelos a seguir.
Un modelo a seguir es “una persona que sirve de ejemplo al influenciar a otros”, cosa que han aprendido al ser padres, puesto que la mayoría de los niños toman principalmente a sus padres como modelo para guiar sus comportamientos, toma de decisiones y relaciones. Curiosamente, J.J. y su pareja, Uriel, también son modelos a seguir tanto en la comunidad LGTBQ+ como en la sociedad entera.
Para crear su nueva serie “Role Models” (Modelos a seguir), J.J. Martin reflexionó sobre el estado actual de nuestra sociedad acelerada, en la que la mayoría de la gente se enfoca en buscar el éxito y bienes materiales, y en la que el hecho de no cumplir las expectativas impuestas por la sociedad puede tener efectos devastadores en la vida de los individuos a nivel físico, social y económico. Esta observación hizo que Martin comenzara a investigar las historias de los ganadores del Premio Nobel, cuyas vidas y acciones excepcionales los consagraron como modelos a seguir a ojos del público común y en particular para las generaciones más jóvenes.
J.J. Martin. Dalai Lama, de la serie Role Models.
Elegir los modelos a seguir que el artista representaría no fue tarea fácil, ya que abundan los individuos que han realizado contribuciones heroicas en diversos dominios, tales como los derechos humanos y la ciencia. Finalmente, Martin optó por plasmar políticos como Barack Obama y Al Gore, activistas como Rigoberta Menchú, Liu Xiaobo, Malala Yousafzai, y otras figuras influyentes en esta nueva serie compuesta de retratos en gran formato sobre fondos de distintos niveles de intensidad.
Con una mezcla de fotografías, dibujos y collages para cada ‘modelo a seguir’, el artista creó imponentes pinturas que sacan a los personajes de la acción y los colocan en situaciones mundanas. Esta serie funciona como una especie de fotografía instantánea, el reflejo de la sociedad actual en que la tecnología logró estandarizar a todos ciudadanos al erradicar las diferencias indeseadas en la sociedad y así crear ‘clones humanos’, quienes intentan alcanzar la estabilidad social y la felicidad colectiva a través de los bienes materiales.
“Role Models” invita a los espectadores a contemplar y examinar cada uno de los personajes representados desde una perspectiva diferente a la que se acostumbra. Es más, las pinturas crean un espacio que urge a los espectadores a conectarse con su yo interno y así poder convertirse -a partir de entonces y allí mismo- en modelos a seguir en sus vidas cotidianas o en la comunidad.
En resumen, lo que Martin busca es que la audiencia embarque en un viaje de autoexploración y se dé cuenta de que el poder para construir un mundo mejor con nuestras acciones reside en nosotros mismos.
J.J. Martin. Eisaku Satō, de la serie Role Models.
J.J. creó además una subsección de la serie “Role Models” llamada “Mándalas”. En religiones budistas e hindúes, se cree que los mándalas simbolizan el universo y, a su vez, son herramientas para las prácticas de meditación y rezos. En vista de su carácter curativo, la creencia popular establece que visualizarse entrando en un mándala y proceder hasta su centro nos guía durante el transcurso de un proceso cósmico transformador que torna el sufrimiento en gozo y felicidad.
El artista construyó la serie en pandemia, combinando el concepto de “Role Models” con la noción de sanar la sociedad y su salud mental. Para lograrlo, deconstruyó las pinturas de la serie de modelos a seguir y creó mándalas para las distintas obras, cada una con la representación de un universo completo de sentimientos y sanación.
Junto con este proceso de deconstrucción de los modelos a seguir en el soporte tradicional, J.J. Martin también extiende una invitación a entrar en una experiencia inmersiva —preparada especialmente para la muestra— que recrea una experiencia similar a la de las meditaciones visuales con mándalas usando sus obras.
Para J.J. Martin, cada forma, línea y color representa ciertos aspectos del modelo a seguir deconstruido, un principio extremadamente único de construcción, proyección y simbolismo visual de todo lo que está tratando de lograr en su propia vida o incluso, en algunos casos, representa la impermanencia de la vida humana.
Desde un punto de vista conceptual, el trabajo de Martin destaca por su originalidad, aunque lo mismo podría declararse de su técnica y de la forma delicada, pero compleja, en la que interactúa con las pinturas y los procesos digitales en la creación de obras que reflejan la importancia de sanar la sociedad.
Soliloquio pictórico Daniel G. Alfonso
Enfrentar cada día una obra pictórica siempre es un reto. El universo que rodea a esta manifestación es fascinante, cada vez que se está frente a una pintura nuevos mensajes nos transmite, las lecturas cambian y se descubren aspectos novedosos y únicos. En estos tiempos que corren donde predomina el conceptualismo, el videoarte y el performance, los creadores que defienden, de una forma u otra, el acto de pintar son bien aplaudibles. Quien me conoce sabe mi pasión por investigar y escribir sobre esta manifestación. A lo largo de la Historia del Arte la pintura evoluciona, desde las culturas antiguas hasta nuestros días podemos afirmar que su forma de verla, entenderla y comprenderla ha madurado.
Cada creador es un libro abierto en el que leemos todo para conocer su proceso creativo, su modo de representación, el contexto en el que se desarrolla y el porqué de su obra. Son lecturas que hacemos para desentrañar un universo que nos puede resultar familiar pero que al mismo tiempo es muy ajeno a nuestras vivencias.
Este texto dedicado al quehacer del artista José Martín Orozco nos permite seguir insistiendo que la pintura no ha muerto (según teorías de Arthur Danto) sino que tiene y posee una gran tradición. Es interesante e importante exaltar como este medio de expresión utilizado por Orozco lo realiza con un profesionalismo inigualable e inconfundible. Estas palabras, además, son un homenaje a un artista que pinta por placer más allá de las modas imperantes por el circuito artístico universal; es una muestra fehaciente de la actualidad de su producción.
Su trabajo visual es un acercamiento al retrato, una temática con la que revisita elementos tradicionales de la tendencia para luego sobre la tela representar personajes con una mirada más contemporáneo. José Martín Orozco realiza un “face to face” en cada una de sus obras, donde él y sus cuadros establecen a diario un juego de miradas.
J.J. Martin. Malala Yousafzai, de la serie Role Models.
Un aspecto que debemos tener en cuenta son los protagonistas que aparecen en cada retrato, modelos que posan para él, que encuentra en su camino diario o que son extraídos de su imaginario; son referentes visuales que hablan de una ausencia o presencia propuesta por la representación. Podemos afirmar entonces que cada uno de los retratos de Orozco es fiel reflejo de una época determinada, en este caso en particular, de la que vivimos en pleno siglo XXI.
En este andar por la obra de este creador encontramos su gusto por el gran formato, lo que le posibilita hacer uso de su excelente técnica, desplegar su concepto y demostrar sus aspectos formales y estéticos. En este desfile de diferentes personajes -como si de una pasarela se tratara- José Martín coloca a sus modelos sobre un fondo neutro para no distraer la mirada del espectador y éste se concentre en los elementos principales del cuadro. Asimismo, podemos apreciar el empleo de diversas técnicas como dibujo, la aplicación de café diluido (aspecto acuarelado que le otorga a la obra), tinta, óleo y acrílico.
Los especialistas, curadores, críticos y teóricos coinciden e insisten en la importancia de la imagen, desde la cual no solo se reproduce sino también se reflexiona. Estos retratos han ido transformándose en la producción del creador, series como Role Model o La fragilidad de la fuerza son ejemplos fehacientes; en el segundo ejemplo, el artista dibuja cuerpos fornidos masculinos, pero en escenas donde la vulnerabilidad está presente y un elemento tan común como lo es un tatuaje en este caso forma parte de una narración. Una historia que va contada a través del cuerpo, donde la piel se convierte en portadora de significados. Por otro lado, Role Model son representaciones de los que han ganado el Premio Nobel de la Paz, desde Dalai Lama, Ghandi (quien fuera nominado cinco veces) hasta Barack Obama.
En este soliloquio pictórico de José Martín Orozco debemos sumar la relación que existe entre prácticas artísticas como lo fotográfico en los retratos, vínculo magistral que se crea entre ambas manifestaciones. Vale aclarar que en ocasiones el artista se vale de su memoria para realizar las representaciones.
Recorrer su creación, hojear dibujos y bocetos pone de gran manifiesto el interés que posee por este genero plástico y por lograr un discurso único y diferente. Por ello, se podría afirmar que “mientras haya pintura habrá retrato”.
Admiración1 Andrés Isaac Santana
La obra de Pepe Martín, sin que él lo sepa del todo, guarda una estrecha relación con su hoja de vida y con el lugar de origen. Establece vínculos narrativos latentes entre el régimen de las superficies y el hombre enorme que está detrás de ellas. Su propuesta, en su totalidad, se plantea como una suerte de ritual, un ejercicio de homenaje al otro y a la pintura misma. Y es precisamente ese homenaje, en esas dos direcciones, el que compulsa una vocación emancipatoria del sujeto a través del arte.
Pepe Martín es un artista que busca la liberación, la salida, el lugar. Nunca se dijo que esa búsqueda fuera fácil. Ella supone, la mayor de las veces, cierta cuota de ansiedad y de estrés, un sentimiento de orfandad que aparece y desaparece todo el tiempo, una sensación de extravío y de pérdida que se asocia —a ratos— con el estar fuera del lugar de origen. Y todavía más, enfatizo en esta idea, esa búsqueda afanosa termina siendo, por paradojas del destino y de la vida, la más fuerte de las motivaciones en el proceso de digresión y de afirmación estética que ensaya el artista en la intimidad de su estudio.
Desde sus primeros trabajos hasta la obra actual, articulada bajo el enunciado Role Models, ha latido el mismo impulso y la misma apreciación desenfrenada por la materia pictórica y sus derivaciones, el mismo fervor por la acción de pintar y de amar, la misma fuerza con la que hoy llega hasta aquí con una obra ya más acabada, pulcra, sujeta a un horizonte conceptual que la anima y que la justifica. El aprendizaje, si me apuran, va cediendo terreno al imperio de la maestría.
La mayoría de los grandes artistas y pensadores, cuando se refieren a los procesos creativos como espacios de liberación y de empoderamiento del yo frente al mundo, suelen señalar tres momentos o cualidades intrínsecas a este: la consumación irrecusable del dominio de la técnica o del oficio; la cercanía (más o menos confesada) a los espacios de la ficción y a las eras imaginarias, y el arbitraje de la fuentes y afluentes activos del legado que precede.
J.J. Martin. Nadia Murad, de la serie Role Models
Entiendo, claro, que por sobre todos ellos se erige la facultad exponencial de fabulación y la invención sin límites. La reproducción no es, no lo ha sido nunca, un frente generador de cultura; la dimensión cultural se potencia desde la invención desatada, desde la fabulación desbordada, desde los mecanismos —entre reales y ficticios— de la nueva narración.
Pepe Martín, artista mexicano instalado en Los Ángeles, se fortalece en medio de esos tres momentos. Su obra, a su modo, se orquesta sobre la base de la ficción, el culto al legado, la admiración como ejercicio de humildad y la invención como inequívoco impulso creador. La pintura, en él, deviene una especie de terapia que introduce —en su vida— un sistema jerárquico de valores y un horizonte de responsabilidades muchas. Pepe es un artista homosexual, casado con otro hombre, también extraordinario, y padre de cuatro hermosos hijos: dos chicas y dos chicos.
Tal vez por ello, o creo que absolutamente por ello, su obra responde a los principios de la fragilidad de una parte; y al fortalecimiento de los valores morales, de otra. Su rol de padre de familia, quizás la mejor de todas sus obras, le llevan a convertirse en un observador furibundo de los modelos de admiración y los objetos de emulación.
Esa responsabilidad asociada a la educación y el crecimiento de los otros es, como mucho, una labor que implica observación pausada, control emocional muchas veces y otorgamiento de espacios de libertad a cuenta y riesgo del desacuerdo. Entre sus consideraciones, las personales y las artísticas, prevalece la idea de gestionar la humildad y el agradecimiento como principios rectores de cualquier narrativa personal y de cualquier dimensión humanista. La serie Role Models es, precisamente, un acto manifiesto de admiración y de respeto. Admiración a esas personalidades, femeninas y masculinas, cuyas obras intelectuales, literarias, científicas, humanas, políticas y artísticas, han supuesto una gran aportación al pensamiento y la cultura contemporáneos.
Role Models acusa una tendencia a considerar, evaluar y ponderar el valor de esas voces, el alcance de sus obras, la trascendencia de sus pensamientos. Pocas veces asistí a un proceso de admiración como este. Cuando atravesé el umbral de la puerta de su estudio, descubrí que estaba frente a un hombre muy especial. Advertí en él, con la misma intensidad y espesura, inseguridad y grandeza, humildad y valor, fragilidad y fuerza. Descubrí, insisto, el noble perfil de un artista que no vive de la grandilocuencia, de los deseos de figuración y menos aún de la ansiedad por ser reconocido antes o después
Pepe Martín es un tipo que ama trabajar en silencio, sin ruidos externos, sin las premuras y precocidad que otros padecen. Trabaja guiado por la sistematicidad y la entrega. Creo que es de los pocos artistas que he conocido que elabora, él mismo, con sus propias manos, los bastidores de cada una de sus piezas. Lo que me obliga a no eludir esa suerte de integridad y de pasión por el oficio, por la artesanía del hacer, por la valoración exponencial del proceso.
El resultado está ahí, es notable, es evidente, es visible. Hablamos de un relato visual encumbrado y adulto. Un relato en el que habitan estas subjetividades de un modo bastante libre y espontáneo. Todas ellas transitan sobre una pasarela en la que sus atuendos se alteran en virtud de generar desconcierto y activar otras maniobras de sentido. ¿Qué sería del arte sin la audacia de la metáfora? ¿A dónde conducirían las lecturas sin la asistencia, siempre irreverente, del tropo?
Localizadas todas en el encuentro de este ejercicio de admiración, las obras de Pepe Martín no juegan a sustantivar el modelo mimético que se repite cuando de homenajear se trata. Al contrario de ello, el uso de estos paradigmas se presenta bajo el juego (siempre respetuoso) de la alteración morfológica y de la distorsión de la apariencia exterior. Estas superficies, doradas y amarillas todas, se convierten en espejos cóncavos y convexos de la subjetividad y sus ademanes. Lo barroco introduce aquí una nota de singularidad que desestabiliza, a un tiempo, la dominante minimalista.
La opción analítica más básica, propensa al examen estilístico de la apariencia, se apresuraría a señalar que estas obras, en el orden retiniano, estarían resueltas con arreglo a una solución minimalista. Ese análisis estaría determinado por la sujeción palmaria a la evidencia y no por el deleite de la especulación exegética que ilumina otras aristas, otras perspectivas.
J.J. Martin. Liu Xiaobo, de la serie Role Models.
Hubo un momento en el que afirmé, creo que entonces lo hice en mi muro de Instagram, que la obra de Pepe Martín era barroca. Y hoy, leyendo desde un margen mayor que favorece la distancia crítica, sigo pensando lo mismo, refuerzo esa idea, peregrina en su momento. Role Models es un ensayo barroco. Lo es en su prefiguración conceptual y en la ambigüedad de su apariencia. En ella se coloniza el poder eclipsante del amarillo y el dorado. Colores favoritos dentro de la paleta del barroco latinoamericano y su dimensión expansiva. Elemento este que, consciente o no, fabula una conexión simbólica, una vez más, con el lugar de origen.
Vasta podría ser la perspectiva analítica para este particular, pero no se trata aquí de advertir todas y cada una de las variantes exegéticas respecto de estas superficies. Más bien me interesa subrayar esa dimensión ambigua y esa digresión estilística como recurso para provocar el asombro y el desconcierto.
El acceso a estos modelos en la nueva pasarela de la rentabilidad mediática genera, entre otros sentimientos, un ánimo de interrogación: ¿Por qué? ¿A qué debemos esta variable y esta inserción de tales personalidades, alterando su atuendo habitual, en el espacio simbólico de una pasarela de moda?
No hallo mejor manera de responder a estas preguntas que apelando a las confesiones del artista. Este, en un acto de interlocución expansiva, me comentaba: “Para esta serie traté de ser lo más minimalista posible, porque creo que, para hacer el bien, simple y sencillamente hay que tener las ganas y el coraje de hacerlo. Así, sin complicaciones, sin la asistencia ficticia de ninguna capacitación especial para ello. Solo querer, simple y sencillamente eso, querer hacer el bien”. Y se apresura en dejar claro que esta serie, lejos de cualquier aproximación lúdica o equívoca, busca “rendir tributo a estas personalidades, encumbrándolas, enalteciendo su apariencia desde los códigos contemporáneos. Por eso ejercito una alteración en sus vestuarios ataviándolos —respetuosamente— como los modelos a seguir que son, han sido y seguirán siendo. Más cercanos a los ídolos de masas o a los héroes del cómic o del cine negro”.
En cuanto a esa dimensión conceptual que aflora detrás (y por encima) de cada hecho estético, no podemos perder de vista jamás que toda práctica de sentido goza de múltiples intenciones; señala el artista: “Con esta serie he podido recapitular y darme cuenta que toda la vida he estado preocupado con la situación de injusticia que vivimos muchos pueblos en el mudo. Recuerdo desde niño estar obsesionado con la paz mundial. Haciendo una remembranza de mi niñez, volviendo la mirada atrás, descubro que este tema siempre ha estado en mis pensamientos. Desde entonces me ha resultado imposible entender las injusticias que el hombre comete sobre el hombre y sobre su medio. Es por este motivo que la serie comienza en lo más profundo de mi subconsciente y se materializa poco a poco, hasta salir y plasmarse en el lienzo”.
Queda claro que, en la profundidad textual y psicológica de estas obras, habita un poderoso sentimiento de gratitud. Una necesidad de aprobación, reconocimiento y rescate. Un modo, si se quiere, que afrontar la amnesia del mundo contemporáneo generada por una maquinaria que busca olvidar para seguir destruyendo.
Tanto es así que afirma Pepe Martín: “Con esta serie rindo un tributo a las personas que han sido galardonadas con el premio Nobel de La Paz, porque para mí son seres que —aunque son humanos como todos los demás— han sabido poner todo lo que está de su parte, yendo incluso más allá de lo que está o ha estado en sus manos para poder luchar por el bienestar común de las personas; enarbolan las banderas de la justicia frente a la injusticia que sufren los demás”.
Role Models, sin duda, es “una manera de gritarle silenciosamente (y también frontal) al espectador de mis obras, que el mundo es un caos, pero que si queremos podemos hacer el cambio, si queremos podemos vivir en un mundo mejor para todos. Es una manera también de aportar esperanza, de decir que esa esperanza está dentro de cada uno de nosotros, solo hay que tomar la decisión de hacer de ella un campo de batalla para construir un mundo mejor”.
Toda esta obra, como la de muchos artistas latinoamericanos instalados hoy en espacios de poder y de legitimación, alcanza a dimensionar, metáfora mediante, la gravedad de los problemas que nos ocupan y preocupan a la mayoría. Desprovista de grandes alardes, de énfasis anecdóticos o de alaridos escatológicos, tan de moda en la escena contemporánea del arte, estas piezas del artista mexicano buscan señalar el origen de los males desde la ponderación y exaltación de la belleza, desde el más auténtico y genuino ejercicio de admiración.
Hágase a un lado, por favor, los personajes transitan. La virtud reclama su espacio…
Comentarios